viernes, 18 de junio de 2010

El Lenguaje: Una Instancia de Creación

“La cuidad de cristal” es el primer libro de una trilogía escrita por el norteamericano Paul Auster llamada “la trilogía de Nueva York”. La historia cuenta sobre el vuelco que toma la vida de Daniel Quinn, un solitario escritor de novelas de detectives, al recibir una extraña llamada donde se le pide ayuda para resolver un caso. El problema es que la llamada no va dirigida a él, sino a Paul Auster. El escritor comienza a involucrarse demasiado en el caso y termina desapareciendo de la sociedad, por así decirlo. En este libro, que en primera instancia podemos observar su carácter detectivesco, no solo habla de un crimen o un enigma, sino que se ven involucrado temas que van más allá de la búsqueda de un asesino o un acosador. En este texto encontramos temas relacionados con la vida cotidiana, temas de los cuales no nos ponemos a pensar el por qué de su existencia, solo sabemos que están ahí y son una herramienta útil para el día a día. En esta novela pudimos encontrar el cuestionamiento que se hace el escritor respecto de la religión y del lenguaje, además de involucrar la metaficción en varias partes del relato. En este caso hablaremos del lenguaje, de las distintas relaciones que evoca Paul Auster respecto a esta herramienta que usamos a diario. Elegimos este tema porque es algo que todos usamos, algo que todos sabemos usar, algo que sabemos que está ahí pero no sabemos cómo ni por qué, algo de lo que la mayoría no se pone a pensar qué pasaría si no existiese, cual es su función en nuestras vidas. En general, queremos explicar la influencia del lenguaje, queremos demostrar por qué es tan imprescindible para nuestro día a día y por qué no lo tomamos tan en cuenta; y de esta manera podremos evidenciar la importancia que tiene el lenguaje.
En primer lugar, diremos qué relación tiene el lenguaje en toda la historia. Como ya dijimos, la novela es del género policial, por lo que hay un enigma. En este caso, el que llamaba a Daniel era Peter Stillman hijo. Al reunirse con él, Peter le cuenta por qué pedía “su” ayuda. Resulta que su padre, hace mucho tiempo, encerró a Peter cuando éste sólo tenía 3 años en una habitación sin ventanas, por lo tanto oscura, sin luz. Nueve años más tarde, descubrieron todo esto y Peter Stillman padre fue encerrado en un hospital psiquiátrico por 13 años. Ahora iba a ser dejado en libertad, y Peter Stillman hijo temía por su vida. Ese es en resumen el caso que se le es presentado a Quinn, pero ¿qué tiene que ver con el lenguaje? Bueno, el encerrar a Peter en una habitación era parte de un experimento de su padre para demostrar la existencia del lenguaje de Dios. Stillman creía que si un humano no estaba en contacto con el lenguaje podría desarrollar uno propio, y este sería nuestro lenguaje “base” o “madre”, el lenguaje de Dios. Por supuesto, este experimento no funcionó, pero nos deja las puertas abiertas para cuestionarnos varios aspectos del lenguaje.
Paul Auster nos presenta este libro como un llamado urgente de atención para una civilización en constante movimiento (llámese movimiento a la globalización, a la ciencia). Cómo el mismo dice: “En el fondo, creo que mi obra procede de una situación de intensa desesperación personal, de una manera profundamente pesimista y nihilista de ver el mundo, del hecho de que seamos mortales y efímeros, de la insuficiencia del lenguaje, de lo aislados que vivimos en los demás.” Dentro de todos estos caracteres destacamos cuando dice que lenguaje es insuficiente. Es decir que el lenguaje está limitado y está perdiendo su característica de explicar el por qué de las cosas. El lenguaje se está usando cada vez más para lo “humanamente necesario”, es decir el cómo de las cosas. La sociedad de hoy en día cree que las cosas se solucionan sabiendo solo el cómo, pero no se detienen a pensar el por qué; y de esto se puede inferir lo que para algunos es un asunto preocupante: el lenguaje se está perdiendo dentro de una civilización donde lo importante es la comprensión o la explicación del mundo. El lenguaje se está deteriorando dentro de un mundo donde nadie se detiene a pensar en metáforas o matices o distintos “mundos” que encontramos en nuestro mundo, no se detienen a pensar el por qué de las cosas. Ahora, para los que puedan pensar que esto significa que el lenguaje se va a acabar o va a desaparecer, claramente es imposible que esto suceda porque el lenguaje es algo trascendental.
En un punto del texto, Peter Stillman hijo dice que él es un poeta. Pero, ¿por qué esto es tan importante? Al decir Peter Stillman hijo que él es un poeta, él está diciendo que es un creador. Aún sabiendo que Peter es una persona que tiene un lenguaje incoherente, cifrado, el es capaz de crear un discurso que por lo menos para él, en su cabeza tiene sentido. La capacidad de “transformar” al mundo en lenguaje es crear. Por ejemplo, si decimos mesa sabemos al objeto al cual nos referimos, pero mi mesa, la mesa en la que estoy pensando puede ser distinta a la mesa que otra persona piensa, y de esta forma seguir indefinidamente. El lenguaje nos da una libertad de acción, una libertad de crear lo que queramos. Pero la gente está perdiendo ese don de crear cosas, porque eso es el lenguaje: el don de crear. Y esto no solo está relacionado con palabras simples, sino también con ideas: al preguntarse el por qué de las cosas uno está creando toda una situación ficticia de lo que podría ser la respuesta a esa pregunta, uno está desarrollando toda una instancia para darle alguna explicación a esa pregunta; pero no nos damos cuenta que al crear, al desarrollar todo esto uno está siendo una especie de dios en ese mundo, uno está siendo un poeta, un creador. Esto es lo que la gente hoy en día ha perdido: la capacidad o el don de ser poeta. Pero esto no es algo que se pierda, pues si hay lenguaje, si hay palabra hay creación. Esto es como en el caso del Génesis cuando Dios creó al mundo.
También nos podríamos hacer otra pregunta respecto al lenguaje: ¿existe algo más allá de él? Según mi parecer, podría ser, pero eso sería algo que no es conocido para nosotros, porque al momento de encontrarnos con algo nuevo nosotros le “ponemos” un nombre. Esto es cómo les paso a los españoles al descubrir América. Como dijo Martin Heidegger: “Sólo hay mundo donde hay lenguaje”, o como dijo Ludwig Wittgenstein: “Los limites de mi lenguaje son los limites de mi mundo”. Podemos decir que con el lenguaje tenemos libertad de acción, pero las palabras son limitadas. Es cierto, podemos crear más, pero aún así tiene cierto límite, tiene cierto punto donde no puedes ir más allá porque los objetos, las cosas a las que les pones “nombre” tienen un límite. Es como algo recíproco: las palabras ponen un límite a nuestro mundo pero nuestro mundo les pone un límite a nuestras palabras. Es como dijo Guy de Maupassant: “Sea lo que sea aquello que se quiere decir, no hay más que una palabra para expresarlo, un verbo para animarlo y un adjetivo para calificarlo.” Los objetos puedes llamarlos de una infinidad de maneras, pero al fin y al cabo es casi como un acuerdo llamarlo de una manera en específico, porque imagínense si llamáramos a un objeto de millones de distintas maneras: seria un caos total. Como dijo Gadamer: “El lenguaje del ser humano es más complejo que la vida de un sabio." Y tiene toda la razón.
En conclusión, podemos decir que el lenguaje es una herramienta trascendental del ser humano que no solo nos permite comunicarnos, sino que también nos permite crear, nos permite jugar con la realidad. Si existe algo más allá del lenguaje o no, yo lo dejo a juicio de cada uno, pero en mi opinión puede existir incluso si no lo conocemos o no lo sabemos. En este libro, la preocupación por el lenguaje se transforma finalmente en una obsesión al punto que la misma novela comienza rápidamente a destruirse, hasta no ser más que un cuarto vacío, un gran "suelo de madera y cuatro paredes blancas". Finalmente este texto puede parecer fácil de leer, pero a la hora de analizar uno es el que le da sentido a las palabras que están escritas en este libro. El don de la palabra, el don de crear, el don de darle sentido a la historia queda en la boca del lector, y es este don el que no debemos perder.

Francisca Rodríguez Rosas.

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